El lenguaje del amor – SCM01

Entrada 1 – Lunes 7 de diciembre de 2020

Cuando estoy triste, cocino. El olor y los colores de un buen sofrito son mi mejor ansiolítico. Cuando estoy feliz, cocino. El olor de un pastel de chocolate que invade cada rincón de la casa es el complemento perfecto para llegar al cielo. ¡No digamos cuando se saca del molde un ladrillo perfecto, marrón oscuro y casi líquido en su interior! Si estoy dubitativa, cocino. Si estoy inquieta, cocino. Si estoy angustiada, cocino. Si estoy satisfecha, cocino. Pero, sobre todo, cocinar es mi manera de dar amor, de expresar cariño, de decir “te quiero”, “te espero”, “me gusta que estés aquí”, la cocina es, junto con hacer el amor, el único arte que satisface nuestros cinco sentidos: el gusto, el olfato, la vista, el tacto e incluso el oído (el crujiente perfecto existe).

Desde mi punto de vista, la mejor forma de expresar amor es dar placer. En una pareja cuando se piensa en placer, se puede pensar en sexo, pero no solo queremos a nuestra pareja. Queremos a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros amigos, a la familia y la forma más evidente, más fácil, más grata, más satisfactoria de darles placer es a través de la comida. Por ello, cuando alguien se sienta en mi mesa, quiero darle todo lo que no sé decir con palabras. Cada menú, ya sea para una o para treinta personas, está pensado en función de cada comensal. Sé lo que les gusta, lo que no les gusta, me acuerdo, me interesa. Me esmero en poner la mesa. El decorado tiene su importancia. Todo tiene que estar impecable.

A veces, la comida y la gastronomía son la única forma de forjar vínculos con desconocidos o bien de restañar relaciones dañadas o malheridas. El gran Talleyrand, el príncipe gastrónomo, ministro de Exteriores de Napoleón, decía “Dadme buenos cocineros y os traeré buenos tratados”. Y yo siempre he pensado “dadme buenos ingredientes y obtendré buenas amistades y grandes amores”. Por eso, cada ingrediente en mi encimera de la cocina me cuenta una historia, que bien podría ser una historia de amor, según cómo lo prepare, cuánto lo conozca y dónde lo agregue.

Teresa París

 

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